martes, 20 de mayo de 2014

Un oasis portugués en la gigantesca Asia

(Segundo destino sin nuestras fotos)

El siguiente y fugaz destino de nuestro viaje fue esta antigua colonia portuguesa, conocida por ellos como Macau. Debido a su proximidad con Hong Kong, fue muy fácil trasladarnos hasta allí con uno de los numerosos barcos que zarpan a todas horas.

Por su particular pasado colonial, esta mini región china tiene una categoría administrativa especial y ciertamente autónoma con respecto al gigante asiático.

Es curioso ver que prácticamente todas las cosas están escritas en chino y en portugués, pero la realidad actual es que lo único que se oye en las calles es chino cantonés.

Nada más llegar, tomamos un autobús local para llegar hasta el centro. Concretamente hasta la famosa plaza del Senado.




Tuvimos la mala suerte de coincidir con una festividad china, por lo que era casi imposible moverse por sus calles, pero pudimos apreciar el estilo particular de esta ciudad.

Se palpa la huella portuguesa por todo el centro histórico. Reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, para cualquiera que haya conocido Lisboa, lo más sorprendente será encontrar algo así en medio de Asia.

Pateamos sus calles principales, entre las que descubrimos edificios, iglesias y cruces que uno jamás se imaginaría allí.




Subimos hasta la fachada de lo que fue la Iglesia de San Pablo (y gracias a que unas chinas quisieron hacerse una foto con Ana y que me dio por tomar una con mi propio móvil, disponemos de esa foto... ¡BIEEEN!) y después hasta la Fortaleza do Monte (muy a lo lisboeta), donde se encuentra el Museo de Macao y desde donde observamos la extensión de esta particular ciudad.










Luego nos dejamos perder por algunos de sus barrios no turísticos...


Tanto nos dejamos perder, que nos acabamos perdiendo. Acabamos preguntando a un hombre de unos 70 años, el cuál nos sorprendió muy gratamente cuando, con su apariencia de chino al uso y con mi escaso y medio inventado portugués, le tiré la caña del idioma y me respondió en portugués. ¡Fue genial y chocante! El hombre, muy majo él, entre bromas sobre el fútbol español, nos redirigió para llegar a nuestro siguiente punto.

¡Bien! Habíamos demostrado que algo de portugués todavía se habla en Macao. Una cosa menos en la vida. Jejejeje...

Siguiendo el camino que nos indicó, aparecimos en un barrio lleno de calles que, entonces sí y fuera del circuito turístico, podrían hacerte pensar que estabas pateándote Portugal.





En una de ellas, encontramos a un grupo de veteranos locales, tocando música de raíces portuguesas, en la terraza de un centro de barrio (guitarra, acordeón y timbales incluidos). Fue la confirmación de que algo retenían de su pasado colonial.

Y por último y tras buenos paseos, llegamos a su famosa zona de los casinos. Decenas de ellos, al puro estilo Las Vegas, 'adornaban' las calles.

Entramos en uno de ellos totalmente al azar (guiño-guiño). Era el elegante e inmenso Casino Wynn y allí estábamos nosotros con nuestras chanclas y mochilas como unos más, jajaja... Pudimos comprobar la adicción que tienen especialmente los chinos (viajan allí sólo para pulirse sus ahorros) y las grandes cantidades que se juegan. ¡Están enfermos!





Tras jugar unas 50 patacas (unos 5 € en moneda local) y vivir lo que era perder dinero en Macao (juas juas juas), nos despedimos de este particular lugar.


Volveríamos a Hong Kong y de allí a nuestro humilde y pobre, pero encantador y adictivo siguiente destino: ¡FILIPINAS!

Seguiremos informando.

★★★ BESINES & BESICOS ★★★

lunes, 19 de mayo de 2014

La ciudad que nunca duerme

Ésta es una de las entradas que, tristemente, nos tocará escribir sin disponer de nuestras fotos. Para los que no lo sepáis, perdimos una tarjeta de memoria con fotos de más de un mes de nuestro viaje. Sí, tuvimos mala suerte, ya que la perdimos los días que tratábamos de hacer una copia de seguridad de ellas.

Entorno a una decena de fotos, las salvamos gracias a ser buenos hijos y hermanos y habérselas mandado a la familia o tenerlas en el móvil, pero el resto quedan para el afortunado que las haya encontrado en algún lugar de Tailandia. En fin... Vamos al tema.

Llegamos a Hong Kong ya de noche, pero enseguida comprobamos que se trataba de una ciudad-estado inmensa, pese a parecer un recóndito rinconcillo al sur de China. Cuenta en su totalidad con una población de más de siete millones de habitantes en un territorio dividido entre una parte continental y más de 200 islas.


Nos alojamos en el distrito de Causeway Bay, en la isla Hong Kong, por lo que pudimos manejarnos de maravilla por las zonas más destacables. Según salimos del albergue, eso sí, comenzó el reto agobiante de caminar entre manadas y manadas de gente.

Desde que llegamos, descubrimos que siempre hay gente por la calle. Da igual a qué hora salgas a dar una vuelta o qué día de la semana sea. Siempre hay gente. Eso sí, al día siguiente la mitad se duerme en el metro o hasta en los ascensores.

Empezamos comiendo en un vietnamita y paseando por el Soho y sus bares llenos de trabajadores occidentales (era de día, pero no encontré otra foto jejeje) y visitando las escaleras mecánicas más largas del mundo. Cuando oyes eso, piensas en unas inmensas y eternas escaleras, pero no. Inteligentemente, van subiendo las empinadas calles y disponiendo de cortes cada ciertos metros, para que cada uno pueda bajarse en la calle que más le convenga. En total, 800 metros de escalera, nada más y nada menos.





Continuamos el periplo hasta llegar a la base del tranvía que ascendía a la Cumbre Victoria (The Peak). En realidad es un funicular, pero lo relevante es que supera pendientes de hasta el 48% antes de alcanzar la cima.



Allí conocimos a Keith, un genial estadounidense que nos acompañaría en nuestra excursión del día siguiente por la isla de Lantau. Gracias a que nos hizo el favor de intentar mil y una veces sacar una foto medio decente con el móvil, tenemos un recuerdo. (¡BIEN!)




Tras desperezarnos, cruzamos medio Hong Kong para tomar el teleférico que cruza hasta aquella isla. Allí nos juntamos con Keith de nuevo y visitamos, rodeados de niebla, el gran Buda y el monasterio de Po Lin. Las fotos están buscadas adrede con niebla, para que representen lo que vimos y vivimos. Habíamos hecho unas fotos preciosas y quizás las haya mejores pero, realmente, el día fue así. Una lástima la pérdida...









Luego, tomamos un autobús local hasta llegar a Tai O, un curioso pueblo de pescadores que vive literalmente sobre el agua y que se encuentra en la misma isla de Lantau.



Cerramos la jornada, cenando y haciendo algunas comprillas en el famoso mercardillo de Temple Street, en la zona peninsular de Kowloon.




Como demás cosas a destacar, también visitamos la plaza de Times Square, donde coincidimos con una exhibición de productos españoles y promociones de la arquitectura de Gaudí, en la que pudimos catar un gazpacho y un jamón ibérico deliciosos, de la mano de unos cocineros de la tierra. (¡FOTOS MÓVIL!)




También recorrimos el paseo de la fama, desde el que vimos el archiconocido paisaje de rascacielos hongkonés y la escultura del difunto Bruce Lee. (¡Gracias Mariete por las panorámicas!)






Y cerramos con una visita al Mercado de las Mujeres, donde miles de personas se peleaban por comprar las mayores gangas de recuerdos e imitaciones de todo tipo. Además, se encuentra en plena zona de tiendas digitales y rodeada de calles con incontables puestos de comida.



Y con esto, cerramos el periplo hongkonés. Una lástima no poder mostrarlo con nuestras propias fotos, pero amigos, YE LO QUE HAY...

¡Pero seguimos! Próxima parada: MACAO

★★★ BESINES & BESICOS ★★★